domingo, 27 de julio de 2008

Sexo

El sexo, como todo, tiene una polaridad, pero creo que debe ser la más complicada que existe.

Por un lado, está el aspecto sensual, concreto, que todos conocemos y al que todos (excepto los asexuales) somos atraídos. Simplemente es la sensación física más placentera que hay. Si se la quiere ver desde una perspectiva meramente biológica, sólo sirve para procrear y, en un sentido mayor, para dar saltos evolutivos como especie.

Y está la otra cara, que en muchos casos suele ser inconsciente: la simbólica. Como excepción, se la puede encontrar en algunos ritos religiosos, la mayoría de ellos antiquísimos, como el Hieros Gamos griego o la reconstrucción simbólica del Prajapati hindú. Por supuesto, existían (¿existen?) también las fiestas (orgías) bacanales o dionisiacas (entre varias otras), pero ésas tenían más un carácter de liberación de tensiones, y reencuentro de la propia sensualidad mediante el exceso.

El propósito de la hierogamia era la unión simbólica de opuestos: el retorno al Adán Primordial platónico, al ser total, mediante la conjunción de los caracteres femenino y masculino, que, en estos casos, no tenían nada que ver con la sensación; los participantes rara vez sentían algo, o se deleitaban en el acto. La hierogamia era vista como algo plenamente espiritual, alejado del mundo concreto y de sus "engaños" sensibles.

Pero esos sólo son dos extremos de un mismo acto y, personalmente, creo que falta algo en la ecuación. (¿Ecuación? No podría sonar más frío.) Cualquier (buen) poeta les podría decir que algo se perdió ahí. Y es que el ideal sería, en cualquier caso, la unión de lo simbólico y lo concreto, y para ello se necesita un puente, un mediador: el sentimiento.

El aspecto simbólico, en realidad, es inherente a toda relación humana, pero sólo puede alcanzar su fuerza más grande mediante el acto sexual entre las personas indicadas. Si se logra conjuntar la sensación física con todo lo que lo simbólico implica, entonces se alcanzaría, sin duda, la que debe ser la experiencia más hermosa a la que puede llegar el ser humano, un auténtico renacimiento, o debería decir EL renacimiento. Entonces el mito platónico adquiere sentido: en un principio, hombre y mujeres estaban unidos en un solo ser, el Andrógino, pero por algún motivo se separaron, y desde entonces se buscan incansablemente, hasta que logran reconstruir lo perdido y alcanzar, de nuevo, la condición inmortal. (Debe recalcarse que, en semejante acto, el sentido del tiempo deja de existir.)

Pero eso es sólo un ideal. El sentimiento que hace de puente es el amor, que se constituye por una amalgama de mil otros sentimientos. Si se quiere lograr tal cosa, es necesario superar toda deformación que haya habido en el amor, todo obstáculo o bloqueo, todo el miedo -o el terror, incluso- que dicha deformación trajo consigo. Es la labor de toda una vida, y a veces ni eso basta.

Otra vez, solamente es una idea que vino a mi cabeza. Dejaré las conclusiones para otro día.

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