miércoles, 30 de julio de 2008

El arquetipo del Puer

Éste es un fragmento de un capítulo de mi tesis, donde doy una explicación sintética del arquetipo del niño. Incluyo tres definiciones al final, para hacer más claras las cosas.


Jung se ocupó de esta figura en su ensayo “Acerca de la psicología del arquetipo del niño", que incluyó en Introducción a la esencia de la mitología (1941), redactado en colaboración con Karl Kerényi, quien abordó el mismo tema desde una perspectiva antropológica. Jung destacó que una de las paradojas más importantes del arquetipo del niño es que posee un carácter tanto pretérito como futuro. Es pretérito en cuanto a que representa el carácter preconsciente de la infancia del alma colectiva. El niño es un ser que todavía no desarrolla una consciencia firme, que todavía no es capaz de comprender el conflicto que supone el dividir el mundo en categorías duales. Por lo tanto, se encuentra sumamente cercano al instinto y a la totalidad inconsciente. El niño es un ser desvalido, incapaz de enfrentar por sí mismo el horror vacui de la existencia a la que tan abruptamente es lanzado. Sin embargo, la naturaleza misma (es decir, lo inconsciente) se encarga de acogerlo maternalmente, como lo demuestran los múltiples mitos de los animales que alimentan y protegen al niño-héroe.

Pero, a pesar de que se trata de un arquetipo retrospectivo en apariencia, el niño también es futuro en potencia. Por lo tanto, psicológicamente, la aparición del niño anticipa importantes desarrollos futuros en la personalidad individual o colectiva:

"El 'niño' prepara una futura transformación de la personalidad. En el proceso de la individuación anticipa la figura que resulta de la síntesis de los elementos conscientes e inconscientes de la personalidad. Es, por eso, un símbolo que une los opuestos, un mediador, un salvador, es decir, un hacedor-de-la-totalidad. Por este significado, el motivo del niño también tiene la capacidad de sufrir esas múltiples transformaciones formales ya mencionadas: su expresión es, por ejemplo, lo redondo, el círculo o la bola, o la cuaternidad como otra forma de la totalidad. A esa totalidad que trasciende la consciencia yo la he denominado el 'sí-mismo'. La meta del proceso de individuación es la síntesis del sí-mismo." (Jung, 1941:109)

Entonces, el niño aparece como una prefiguración del Sí-mismo, como una totalidad en potencia. En circunstancias concretas, el arquetipo del niño puede constelarse sobre la mente consciente como un auxilio para sobrellevar una situación angustiante, resultado de un choque de opuestos. Así sucede cada vez que una persona está por tener un cambio en su vida. Pero este arquetipo trata también lo más trascendente y, por ende, atemorizante, de la existencia:

"El 'niño' simboliza la naturaleza preconsciente y postconsciente del hombre. Su naturaleza preconsciente es el estado inconsciente de la más tierna infancia, la naturaleza postconsciente es una anticipación per analogiam más allá de la muerte. En esta representación se expresa la naturaleza global de la totalidad humana."(Jung, 1941:123-124)

Así que, como se puede ver, el niño también es un recordatorio constante de la naturaleza finita del ser humano. Esto es algo positivo, ya que impulsa un enfrentamiento con los más aguerridos temores del espíritu, sin lo cual no sería posible aspirar a tener una existencia plena. Es necesario tener esto en cuenta para entender la faceta más negativa del arquetipo, el llamado puer aeternus.

Marie-Louise von Franz es quien, hasta el momento, ha elaborado el estudio más completo sobre este arquetipo, en su obra El Puer Aeternus (1970). El puer aeternus expresa un truncamiento en el carácter futuro del niño. Cuando existe una disociación neurótica entre los estados presente y pretérito de la persona –es decir, una incompatibilidad o contradicción entre ambos estados–, ocurre un conflicto serio que afecta profundamente la identidad del individuo, puesto que es incapaz de ponerse en contacto con sus orígenes (Jung, 1941:106). Esto normalmente ocurre debido a un complejo materno negativo (Franz, 1970:7). La persona, entonces, es poseída por este arquetipo que lo atrapa en su carácter regresivo, imposibilitándole el flujo de auténtica vitalidad. En el centro del conflicto se encuentra una experiencia infantil traumática, una deformación del amor y la confianza tan fuerte y terrible que obliga a la persona a erigir defensas esquizoides, de manera que no la vuelva a experimentar. Así, “el amor amenaza su existencia misma” (May, 1969:18). Sin embargo, el principio de individuación seguirá actuando y tratará de empujar el desarrollo anímico. Una y otra vez, insistirá en una confrontación con los propios sentimientos, a lo que el puer aeternus responde con una perseverancia anormal en los viejos hábitos y actividades, para no tener que cambiar a las nuevas exigencias. Al estar atrapada en este ciclo destructivo, y dado su rechazo al carácter futuro del arquetipo del niño, la persona niega la noción de la temporalidad, intenta vivir en un eterno momento presente. No obstante, en el fondo, está muy consciente de la transitoriedad de las cosas, y especialmente de la de las personas. Por lo tanto, temeroso tanto de la muerte como de la desilusión, el individuo es incapaz de establecer vínculos funcionales y estrechos con su entorno y con los demás.

De acuerdo con la descripción de Franz, la persona poseída por el puer aeternus presenta muchas características típicas del adolescente: impaciencia, irresponsabilidad, búsqueda religiosa, indisciplina, rebeldía y, especialmente, aburrimiento. Ya que el sujeto se encuentra encerrado en un estado regresivo, es de esperarse que sienta un aburrimiento terrible, ya que ¿qué es el aburrimiento sino una sensación de “no estar en la vida”? El élan vital del puer aeternus es bastante débil, por lo que, en muchos de los casos, existe un peligro latente de suicidio.


Bibliografía:

Franz, Marie-Louise von
1970 The Problem of the Puer Aeternus. Toronto, Inner City Books: 2000. (tr. española El puer aeternus. Barcelona, Paidós)

Jung, Carl Gustav y Karl Kerényi
1941 Introducción a la esencia de la mitología. Madrid, Siruela: 2003.

May, Rollo
1969 Amor y voluntad. Barcelona, Gedisa: 2000.


Glosario:

Arquetipos. Imágenes psíquicas primordiales que conforman lo inconsciente colectivo. Poseen una fuerte carga emocional y muestran motivos universales. Los arquetipos aparecen en todo tipo de fantasías y sueños, en obras artísticas y folclóricas, en la mitología e imaginería religiosa de todas las culturas: la gran madre, la novia, la bruja, el dragón, el loco, el héroe, la muerte, el sol, la luna, el viejo sabio, el árbol místico, el animal acompañante, etcétera. Los arquetipos actúan de manera autónoma respecto a la conciencia, es decir que nuestro “yo” no tiene control alguno sobre ellos. También suelen mostrar una doble cara: positivo y negativo. Poseen un aspecto objetivo e impersonal que define su núcleo y función general, pero suelen aparecer en una relación subjetiva a la situación concreta y particular de quien (o quienes) los experimentan.

Inconsciente colectivo. Lo desconocido dentro del hombre. Se conforma por patrones psíquicos (arquetipos) que son comunes a toda la humanidad. Estos patrones arquetípicos forman complejos que influyen de manera determinante en todo tipo de comunicación humana.

Individuación. Proceso de diferenciación cuya meta es el desarrollo de la personalidad individual. Es decir que la psique siempre se inclina hacia la búsqueda del sentido particular de la vida del individuo, a su lugar e identidad específicas e irrepetibles en este mundo. Es, en cierta manera, lo que podría llamarse “autorrealización” del ser humano. La obstaculización de este proceso (cuyas causas pueden ser numerosas y normalmente se pueden encontrar en las experiencias tempranas de vida) conduce a la deformación neurótica de la personalidad, que se manifiesta como un choque de impulsos o fuerzas internas opuestas. La individuación intentará continuar a través del conflicto, por lo que para su resolución es necesaria una comprensión total y empática de las fuerzas arquetípicas en oposición, de manera que surja la llamada función trascendente que tiende un puente entre los contrarios e incita a su integración o coniunctio. Las actitudes unilaterales, por lo tanto, están condenadas al fracaso y la insanidad. No se trata de reprimir impulsos, sino de entenderlos con todas las funciones de la personalidad, de forma que sus energías sean encaminadas productivamente.

No hay comentarios: