lunes, 28 de julio de 2008

Infiernos

En uno de mis posts sobre religión, mostré algunas de las razones por las que no creo en la existencia de un infierno metafísico, pero había una de la que no estaba enteramente consciente, y apenas se me acaba de ocurrir.

Se supone que el Infierno es un lugar de eterno tormento. Pero el eterno tormento es imposible, por una razón sencilla: el sufrimiento se origina por la tensión no resuelta entre los opuestos, y en el infierno no hay opuestos. Para que exista el dolor y el sufrimiento se necesita de una dinámica, de una progresión, pero en el infierno no hay tal, porque es un lugar de estancamiento perpetuo.

Pongámoslo de esta manera. Cuando uno sufre, tiene dos alternativas: encontrarle un sentido al sufrimiento y soportarlo de esa forma, o buscar el cese completo de tensiones, la muerte, el Nirvana. Donde hay un sentido, hay esperanza, y sólo eso puede hacer que uno se mantenga en pie. Pero en el infierno no hay esperanza ni sentido. Lo único que puede quedar, entonces, es la disolución total de la existencia.

Ahí sucedería lo mismo que ocurre en este mundo cuando alguien sufre extraordinariamente: es como un volcán que, después de escupir todo el magma y las fuerzas que lleva dentro, se extingue. La psique también tiene su forma de energía, la libido, y cuando no puede ser renovada a través del sentido, simplemente se agota. Cuando eso pasa, la persona entra en un estado supremo de indiferencia: se entume, se vuelve incapaz de sentir algo. Normalmente, esta situación conduce al suicidio.

Eso es lo que me imagino que sucedería en el infierno cristiano: después de tanto dolor, el alma llegaría a un punto en que ya no sentiría nada y, poco a poco, se desvanecería, se convertiría en nada.

Es por eso que me imagino el infierno más como un sitio congelado que como uno lleno de llamas ardientes. Én todo caso, sería como un desierto helado, donde la emoción se entume y el alma se detiene, hasta que finalmente se disuelve, y regresa al estado de pasividad primordial. Incluso si se toma al Infierno como un lugar donde no hay dios, o donde los hombres simplemente no saben ayudarse mutuamente, ocurre lo mismo, puesto que no hay esperanza.

Puedo respetar a la tradición cristiana por varios motivos, pero hay muchísimos otros por los cuales no puedo tomarla en serio. El infierno es uno de estos últimos.

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