viernes, 31 de octubre de 2008

¿Qué clase de posmoderno soy?

Cuando estaba estudiando en la facultad, varios de mis maestros izquierdosos y ultrasociológicos se quejaban de que la juventud de hoy día es apática, ignorante, egoísta y valemadrista. Se ponían todos nostálgicos a recordar su época setentera, cuando según esto existían ideologías sólidas y los jóvenes se preocupaban por mejorar su entorno social.

Yo les decía que todo eso era un montón de mierda. Después de todo, los güercos de hoy son los hijos y los nietos de aquellas generaciones, así que lo primero que deberían preguntarse es qué falló con ellos mismos y con su supuesto espíritu revolucionario y transformador.

Siento que nunca les caí muy bien, la verdad.

Según parece, el posmodernismo surgió del fracaso y la confusión ocasionada por la polarización de ideologías durante Guerra Fría, por el autoengaño de las causas revolucionarias brotadas del odio y por el desbalance autodestructivo sobre el que se funda la era de la información. El resultado consiste en nuevas generaciones que viven en una especie de limbo esquizoide y bastante suicida.

El otro día vi que una de mis amigas de Facebook se unió a un grupo llamado "YO NACI entre 1980 y 1989!! LA ULTIMA GENERACION CUERDA!!". Según ella, entre los ochenteros nació gente sin posmodernos en sus filas. Yo digo que quizás, si se trata de personas que viven en un pueblo apartado en la Sierra Occidental o en una tribu amazónica o algo. Pero, afrontémoslo, somos Generación Y, no podemos escapar al espíritu colectivo posmoderno.

Pero podemos escoger cómo manejar nuestra situación particular, como quiera.

Por un lado, no voy a negar sentirme perdido, solo, asustado y confundido en un mundo que pretende relativizarlo todo a favor de intereses egoístas. Eso está chafo, y no me voy a saltar al vagón de sonsos que se la pasan discutiendo significantes sin significado. Pero, por otra parte, tampoco quiero refugiarme en un búnker narcisista, como lo hacen muchos de los supuestos opositores del posmodernismo.

Pongo por ejemplo a Ernest Gellner, particularmente a su libro Posmodernismo, razón y religión. Lo leí hace algunos años y me gustó mucho, especialmente las partes que hablan del Islam y del pensamiento posmoderno. Me reí mucho de sus comentarios mamones y la manera en que deja a los filósofos y antropólogos posmodernos, como viles palos de gallinero. Básicamente, dio a entender que esos tipos están atrapados en un bucle "narcisista-hermeneutista" en donde se la pasan hablando de una forma imposible de entender acerca de su propia angustia por no poder entender nada. Según Gellner, a todo le ponen el prefijo meta- y el objetivo más preciado de todos esos intelectuales es sacar artículos hipercomplicados y sin sentido alguno, pero que apantallen a la gente y les permitan obtener plazas de profesor numerario en universidades distinguidas. Y la verdad es que tiene razón.

Pero hubo una parte de su libro con la que simplemente no pude estar de acuerdo. Él propuso, como alternativa a la religión institucional, al ateísmo y al agnosticismo, un "racionalismo ilustrado", firmemente basado en hechos coherentes y observables, que nos permita mantener la objetividad frente al fenómeno religioso.

Una vez más, ¡qué pinche risa con eso! Se la mamó.

Lo único que propuso ahí fue una especie de agnosticismo elitista: "puede ser o no puede ser, quién sabe, la diferencia es que mi opinión es más culta que la de los demás". Así es que, por más que le tire al posmo, Gellner probó estar atrapado en el mismo bucle de la conciencia de sí que analiza a una conciencia de sí, y de ser tan narcisista como sus adversarios posmodernos. La única diferencia con respecto a ellos es que al menos él intenta llegar a algún terreno firme, aunque en realidad le sea imposible lograrlo. Así que, por lo menos, Ernest tendría que admitir (en el hipotético caso de que siguiera vivo; acabo de darme cuenta de que lleva 13 años muerto) que de cierta forma también él participa del espíritu posmoderno.

No hay salida, no se puede escapar del espíritu colectivo. Por cierto que C. G. Jung lo repitió varias veces, con todo y que sus ideas no han sido del todo comprendidas hasta la fecha.

Entonces, yo no voy a negar formar parte del mundo posmoderno. Nací en la década de la caída del muro, he crecido en los inicios de la era de la información. No lo puedo evitar. Estoy perdido, solo, asustado y confundido, al estilo posmo. Pero, como dije, la diferencia estaría en cómo maneje estos sentimientos. Tengo mis propias ideas y creo que el núcleo básico de mi filosofía personal ya está formado, así que al menos tengo algo de que agarrarme. En mi opinión, el desarrollo individual (y dije individual, no individualista; es decir, la comprensión de la propia subjetividad, que implica la visión de un centro firme, si bien paradójico) es lo único que ha podido marcar la auténtica diferencia, en todas las épocas. Así que ahí está un camino universalmente probado. Hay que seguirlo.

Ah sí, feliz Halloween, por cierto. Perdón por perturbar a tu fantasma, Ernest, no lo hice en mal plan.

1 comentario:

Unknown dijo...

nuestros días implican que ya no hay una historia y ls estamos reaciendo día a día, el único problema es que debemos de encontra un espacio para realizarlo. Parece que con el internet lo encotramos. Lo "posmo" ha sido un buffett de posibilidades para decidir nuestros modos de vivir y pensar. Estoy de acuerdo contigo, algo raro paso con las pasadas generaciones, pero al mismo tiempo ya no somos menores de edad. Los menores de edad me somprenden pero no son nuestros hijos, son los de la anterior generación. ¿Me pregunto cómo serán los hijos de nuestra generación de los ochentas?