lunes, 18 de agosto de 2008

Justicia

La justicia es uno de los conceptos que más problemas me han dado en lo que llevo de vida. La razón de esto es evidente: la justicia no existe. Simplemente es un ideal que trata de prevenir la fragmentación total, tanto de la sociedad como del individuo.

La idea de justicia siempre se relaciona con la idea de orden. Pero, más que un orden, implica un "balance", un intento de establecer un equilibrio y una armonía. La diosa romana Justicia porta una balanza en su mano izquierda, instrumento que le ayuda a encontrar el equilibrio perfecto entre dos fuerzas opuestas. Dicho de otra forma, la labor principal de la justicia es la de mediar entre adversarios.

La justicia también otorga sentido, pues sus acciones principales son retribuir y compensar. Decimos que es justo que un hombre honrado obtenga recompensa, y que un criminal "pague" por sus fechorías. En el plano metafísico, hay quienes piensan que existe una especie de justicia superior, en la forma de un dios o de una fuerza kármica que premia o castiga a los hombres una vez que completaron su vida en este mundo. De eso no puedo estar seguro, pero, lo que sí puedo afirmar sin titubear es que, en nuestro mundo concreto, no existe ninguna justicia per se.



La justicia no bajó del monte Sinaí, así nada más. El sentido de justicia es inherente a la moralidad humana -es decir, a la consciencia-, y ha estado con la humanidad desde su surgimiento. ¿Y cuál es el origen de la moralidad? La mente humana misma. Dicen que la justicia es ciega, pero si la diosa tiene los ojos bendados es porque, para manejar su espada, necesita deshacerse de toda distracción externa y mirar "hacia dentro", buscar en el interior de su alma una solución al problema que retorne la armonía a las cosas, al menos en cierto grado. En otras palabras, la justicia es una función del sentimiento. Para que haya justicia, el hombre debe confrontar sus propias fuerzas conflictivas, de manera que pueda obtener una actitud centrada (es decir, en contacto con el centro de su propia personalidad) que lo ayude a resolver el problema concreto. Por supuesto, ésta puede ser una labor terriblemente complicada e incluso caótica. Entonces, para evitar caer en la confusión total, el hombre creó reglas.

Contrario a lo que se pensaría en primera instancia, la justicia no es una función del pensamiento racional. El intelecto entra en juego sólo en la creación de reglas, en el establecimiento de un sistema, que atiende lo general y se basan en experiencias concretas, dentro de un contexto determinado. Pero, según dice la sabiduría popular, "las reglas fueron hechas para romperse". William Blake incluso llegó a decir que no puede existir la virtud sin romper los diez mandamientos cristianos, cuyos principios éticos -es seguro decir- son universales. La "auténtica" justicia, como función sentimental o emotiva, es bastante relativa a la situación particular en que debe ser aplicada. Y, dada la impredecibilidad de las circunstancias y posibilidades, ningún conjunto de leyes humanas podría tenerlas en cuenta a todas. Entonces, toda ley, tomada por sí misma, es potencialmente falible. En su esencia, las leyes están basadas sobre principios morales, todos ellos con un valor absoluto que define su esencia, pero también con un valor relativo a la situación concreta en que se aplican. ¿Cómo solucionar este rompecabezas? ¿Cómo crear la "ley perfecta"?

No se puede. Se han hecho intentos para lidiar con el aspecto subjetivo de la ley, como la jurisprudencia y otras medidas, pero, en general, el dinamismo de la moral equivale al dinamismo del alma, por lo que sería imposible trazar un mapa o código que lo describa por completo y anticipe todo tipo de situaciones. Pero me estoy adelantando mucho.

¿Por qué la justicia no existe, en primer lugar?

Porque la idea de armonía o balance es un ideal inverosímil, meramente retórico. Ninguna relación de poder puede ser descrita como un "equilibrio", ya que siempre habrá un dominio relativo de un lado sobre el otro; lo único que se puede hacer es crear una especie de entendimiento. Este entendimiento exige una recompensa, en el caso de un logro positivo, y un castigo en caso de un crimen. En cualquier situación, el principio que opera es el de "compensación". Si gastaste tus energías o te sacrificaste honestamente, "mereces" una re-compensa, algo que otorgue un sentido a la acción realizada y permita su repetición o progreso. Si, por el contrario, se realizó algo indebido, la compensación aparece en la forma de castigo. Pero eso, en prácticamente todos los casos, no se restablece el orden anterior. Por lo tanto, la idea sería crear un orden nuevo, que en cierta manera resulte satisfactorio para las partes afectadas. Pero el punto es que el viejo orden es irrecuperable y, por lo tanto, la compensación es ilusoria.

También por eso Justicia carga con una espada. El mismo Jesucristo dijo "No he venido a traer la paz sino la espada". La justicia implica un proceso de lucha: la espada sirve para cortar los obstáculos que oscurecen la visión centrada. Sólo después de esta lucha se puede obtener la paz, e incluso entonces es relativa. Si se ve el rostro de la diosa, aparece meditativo, como en trance. Eso se explicaría por la búsqueda interna, pero hay algo más. La expresión de Justicia también es triste. No hay lucha sin heridos, ni guerra sin bajas. Buscar la justicia no es cosa sencilla, y menos aún feliz. Las excepciones son pocas. Además, siempre hay que tener en cuenta que unida a la idea de justicia, siempre está la del perdón, de la compasión (sentir junto con), que justamente es la que hace que todo sea tan difícil.

Quizás por eso decimos que "la vida no es justa", que muchas veces no obtenemos las compensaciones que querríamos. Pero, luego, hay que recordar que la justicia es cosa de humanos, y no de la naturaleza misma.

2 comentarios:

Annabel dijo...

He venido a bucear un ratito en tu blog y me falta oxígeno!! qué densidad!! Tendré que volver con calma. La mayoría de los blogs sirven píldoras, el mío también, me temo, porque se sabe que quienes los visitan van a alta velocidad, el tuyo es una excepción y requiere ida y tornada.

Clauricaune dijo...

jeje, la verdad no es tan complicado, pero, ahora que lo vuelvo a leer, me doy cuenta que soy yo el que lo complica. creo que debería dejar de leer a Paul Ricoeur.

gracias por pasar por el blog!