martes, 19 de agosto de 2008

Calvin & Hobbes

Mi introducción a los cómics, cuando era niño, ocurrió con dos tiras que tienen un espíritu muy similar: Peanuts y Calvin & Hobbes. Ambos son tremendamente existenciales, revaloran la infancia, y pueden mostrar un humor cínico y sardónico, a la vez que una ternura conmovedora. Dentro de todo su humor, los dos cómics también expresan un tono que en ocasiones puede ser muy melancólico y penetrante. En cualquier caso, tanto como me gustan los pequeños monstruos inocentes de Peanuts, Calvin & Hobbes siempre ocupó el primer lugar para mí en este género.

Bill Watterson empezó a dibujar a Calvin & Hobbes en 1985 y decidió retirarlos en 1995, junto con su carrera como escritor y dibujante de tiras. Él nunca aceptó comercializar sus personajes de manera excesiva, y reprobaba lo que la industria hacía con otros cómics como Peanuts y Garfield, los cuales, por cierto, estaban entre sus favoritos. Misántropo, sensible y recluso como era, Watterson prefirió dejar a un lado las presiones de su medio y llevar una vida tranquila, retirando a Calvin & Hobbes justamente cuando estaban en un punto muy alto.

¿Quién podría reprochárselo? Si él sentía que Calvin & Hobbes habían dicho todo lo que tenían que decir, probablemente era cierto. ¿Para qué seguir con sus cómics, si, al final, correrían el peligro de trivializarse y continuar su vida como zombies, al igual que muchos otros?



Calvin es un niño solitario y algo misántropo, pero igualmente sensible. Su escape de la realidad ocurre a través de un tigre que representa sus propios instintos y su lado más sensible y cariñoso. Hobbes prácticamente es idéntico a Calvin, excepto en ese aspecto: él es quien mejor se relaciona con Susie (el amor reprimido de Calvin), quien pone a Calvin en aprietos con sus propias ideas y quien, muchas veces, muestra una actitud más centrada y sensata.



Calvin & Hobbes empezó con un humor bastante inocente, reflejando situaciones típicas de la infancia en donde los padres batallan con los hijos traviesos, los maestros con alumnos conflictivos, los niños con las niñas, etcétera:



Era un humor muy fino y efectivo, que exploraba mucho esta relación particular entre los padres con su hijo único, en la cual Watterson reflejó mucho sus propias vivencias infantiles (según sus mismas palabras). De hecho, la situación edípica es notable: si comparan los dibujos del padre de Calvin con los autorretratos caricaturescos de Watterson, la única diferencia está en el bigote del último.

Más tarde, Watterson empezó a explorar temas distintos y un tanto más complejos, con un acercamiento bastante atrevido, a través de un humor muy mórbido:



Esa tira critica la vida inútil, mecánica y carente de sentido del oficinista promedio. A la vez, da a entender el error por la expansión epidémica de este mal, que sería el pensamiento-masa: 6 mil millones de personas habitan el mundo, muchas de las cuales llevan vidas similares. Ni siquiera equipara al ser humano con las bestias, sino que las pone por encima de él: son éstas las que cazan hombres y se divierten con ello. Por supuesto, Watterson muestra también su indignación por el desdén del hombre hacia la naturaleza, dándole un vuelco irónico a la situación, cosa que, en cierta manera, incluso podría ser profética: la naturaleza se encuentra más allá de nuestro entendimiento y control, y ya varias veces ha demostrado que puede más que el hombre. Si uno se mete con ella, le puede salir el tiro por la culata.

Pero una de las tiras que más me impresionaron de niño y me sigue impresionando ahora, es la del mapache moribundo. Es una reflexión sobre la muerte sumamente profunda y conmovedora. La había olvidado, y la redescubrí hace poco. Sigo aprendiendo de ella:



















Esa tira habla por sí misma. No hace falta decir que Calvin & Hobbes son cómics únicos y excepcionales, y que perdurarán por mucho tiempo.

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