lunes, 9 de junio de 2008

Política

Hace un par de años tuve mi mayor acercamiento a la política. Era época de elecciones y, por motivos que prefiero no comentar, me metí a un grupo de Redes Ciudadanas en apoyo a Andrés Manuel López Obrador. Fueron tiempos muy agitados, y estuve atento a todo: periódicos, revistas, noticieros, blogs, sitios de Internet, etc. Jamás había estado tan informado sobre política ni tan preocupado por la situación del país. Estuve metido en varias actividades propagandísticas y hasta ayudé en el recuento de votos tras el "empate técnico" del 2 de julio. Incluso publiqué un artículo que escribí junto con mi novia en Rebelion.org y Voltaire.net. Si buscan mi nombre en Google, será la primera cosa que aparezca. Y eso apesta.

El resultado: completa, total, absoluta decepción, frustración e impotencia. La verdad, creo que desde el principio sabía que terminaría así. Es sólo que es fácil embriagarse con la política una vez que uno se sumerge en ese mar de mierda. Pero la cruda es tan amarga... ¿Por qué la gente sigue fingiendo que existe una ideología de izquierda y otra de derecha? ¿Por qué defienden a un candidato como si fuera un mesías, si saben que tan pronto sea electo resultará tan mediocre, inmoral e interesado como los demás? ¿Por qué apoyan a un partido político sin organización ni concordia, que ni siquiera sabe interpretar la ley, y que se comporta como una bestia salvaje hacia los demás partidos? La verdad es que, con fraude o sin fraude, ningún candidato tiene perdón de Dios. No hay persona en la política mexicana que merezca dirigir algo. Ni siquiera un mugroso minisuper.

Mi perspectiva política había cambiado de apático a activista, y, tras las elecciones de 2006, tuve que redefinir mi visión una vez más. Y esta vez estoy tomando en cuenta la situación global de la humanidad, no sólo la mexicana.

El problema con gran parte de la política mundial es que se sostiene sobre dos mitos defectuosos en extremo: la nación y la democracia. No shit, huh? Sí, bravo por mí, he descubierto el hilo negro. Como sea, déjenme elaborar.


=========

Mito #1: La Nación

Un concepto que nació hace un poco más de dos siglos, y que pretendía sustituir los conceptos de "reino" e "imperio". Ja. La supuesta diferencia es que, en un estado nacional, el "pueblo" se encuentra en el centro: se debe gobernar para el pueblo y/o por el pueblo. Qué noble se escucha, ¿no? No obstante, en el fondo y en la praxis sigue existiendo una estructura monárquica; es como lo definió Ambrose Bierce: "Gobierno monárquico, s. Gobierno." La democracia, como el pastel de Portal*, es una mentira.

¿Y qué es una nación? ¿Alguien lo sabe? Juzgando por la cantidad de libros, estudios, manifiestos, obras literarias, etc., que intentan encontrar la esencia de la identidad nacional y fallan miserablemente en su propósito (todos), la respuesta es un contundente "no". Es simple ver por qué: una nación sencillamente es una masa enorme de millones de personas. Y ya. Es una entidad amorfa, bestial, animalesca e impredecible. Es la entronización del hombre-masa, un ser incontrolable y 100% instintivo. Entonces, no sorprende que caigamos de una dictadura en otra, ¿o sí? Porque un político que intenta gobernar una nación sólo podrá obtener el voto popular promoviendo las fantasías de la masa no pensante. Y eso nada tiene que ver con la inteligencia o la cultura de las personas. Jung solía decir que si se junta a los 100 individuos más inteligentes del mundo, sólo se obtendrá una masa estúpida. La única solución al pensamiento-masa es el desarrollo anímico individual. Pero de eso hablaré más adelante.

Otro de los principales problemás de la nación es uno común a todo mito: la gente inmadura tenderá a tomarlo muy literalmente. Consecuencia: tiranía, opresión, persecución, guerra, muerte, xenofobia, hambre, etc. A eso conduce todo nacionalismo que se toma a sí mismo muy en serio. Es un paralelo del fantismo religioso. Francamente, no encuentro mucha diferencia entre encarcelar a alguien por quemar una bandera nacional (eso sucede aquí en México) y encarcelar a alguien por destruir un ídolo religioso.

No se puede confiar en una nación. Con las monarquías de antaño se había tratado de evitar esto con un código de honor que la realeza -particularmente el rey- debía seguir. Un rey que rompía el código, deshonraba al reino entero, y era su labor reparar la falta. Un rey conservaba características del individuo, como el honor y la palabra; un presidente o primer ministro puede ignorar esas cosas con mayor facilidad. Igualmente, el rey estaba subordinado al poder divino, cuyas reglas morales eran claras. Actualmente, ese poder divino ha sido sustituido por "el Estado", un concepto mil veces más arbitrario y moldeable. No es que abogue por un regreso a la monarquía; ese sistema también falló, pues no era propicio para el mundo moderno. Sólo lo menciono como ejemplo del triunfo aplastante del hombre-masa sobre el individuo.


Mito #2: Democracia

Ver arriba. Una nación no puede ser democrática, pues su esencia es el hombre-masa. Los líderes que mejor promuevan las ilusiones de la gente siempre serán electos gobernantes. El líder "democrático" siempre pasará por alto la psicología del individuo. Error crítico, puesto que sólo el desarrollo del individuo puede inclinar la balanza y crear comunidades verdaderamente funcionales.

Los partidos políticos son un error en sí mismos. Son herméticos, polarizantes y jerarquizantes, terriblemente burocráticos. Al llamarse a sí mismos partidos, maniqueizan la situación política, dividiéndola en "el partido en el poder" y "la oposición". Son muy infantiles y no tienen una visión de la totalidad. Han perdido toda virtud de mediación, y su juego se ha vuelto una política de bajo perfil, cínica y demagógica.

Soy de la opinión de Václav Havel, de que los partidos políticos deberían tener un carácter de clubes políticos; es decir, deberían suprimir toda burocracia y convertirse en sociedades más abiertas con los ciudadanos. No deberían participar directamente en las elecciones ni hacer apriorísticamente el soporte del poder de nadie. En pocas palabras, no deberían participar en el poder. Idealmente, sólo formarían el apoyo espiritual de los funcionarios electos.

=========

¿Cómo podría funcionar todo esto? El economista Leopold Kohr propuso un sistema muy sensato. Las naciones deberían dividirse y, más o menos como en la Antigüedad, formar ciudades-estado. Si nos concentráramos en nuestra situación local, habría mayor oportunidad de participación social por parte del ciudadano común y, por lo tanto, la conciencia social se expandiría. Todos nos sentimos importentes al ver los problemas que suceden en comunidades que están a cientos o miles de kilómetros dela nuestra. Es esa sensación de enormidad la que contribuye, en gran parte, a nuestra apatía. Somos pequeños, pero lo pequeño es valioso y por ahí se debe empezar. Hay mayor oportunidad de formar una identidad colectiva a nivel local que nacional. Por otro lado, las ciudades-estado siempre pueden formar bloques entre sí, conservando, de cualquier forma, su autonomía. Quizás esto no destruya al hombre-masa, pero sin duda contribuiría considerablemente a la desmasificación, puesto que su enfoque se acerca más a las pequeñas comunidades y a la auténtica participación social.

=========

Pero todos esos son sueños y nada más. La humanidad avanza a pasos lentos, y normalmente toma una larga serie de catástrofes para que el humano colectivo finalmente reaccione y se desarrolle. Actualmente estamos frente a un cataclismo más, y esta vez sin precedentes: destrucción económica global, cambio climático, etc. En este mundo masificado y globalizado, hay poco que hacer al respecto.

Ante esto, creo que sólo queda el desarrollo individual. Cada quien debe trabajar en su propio entorno social: pareja, familia, amigos. Repito que lo pequeño es valioso. Pudiendo con lo menos, estaremos preparados para lo más.



*Referencia geek al genial videojuego del Orange Box.

No hay comentarios: