martes, 25 de noviembre de 2008

Mito y religión, parte 1

A mí me gusta definir al mito y a la religión en un sentido amplio, que vaya más allá del mero fenómeno del rito, el dogma y el culto a imágenes concretas. En los estudios especializados se puede definir al mito de una forma más específica, como una narración que fundamenta los orígenes del universo; y a la religión como el culto que se desarrolla a partir de dicho mito (si no recuerdo mal, más o menos así los define Eliade). Pero, de una manera mucho más general, yo creo que también sería justo pensar en ellos como fantasías que intentan otorgar sentido a la existencia misma.

Claro que, si se lo toma de esa forma, el sentido de lo mítico abarcaría todo tipo de ideas, porque, en realidad, habría una identificación plena entre mito e idea. Toda forma de pensar, filosofía, ideología, teoría científica, etcétera, caería dentro de la categoría de lo mítico, pues mediante ellos justamente se trata de encontrarle un sentido a las cosas.

Pero, por otro lado, lo religioso parte de una experiencia numinosa. Todo mito, idea, imagen o fantasía surge de la revelación psíquica o imaginativa; pero la experiencia religiosa tiene una fuerza muy superior, que posee una poderosa cualidad estética y hace que el hombre sienta algo que se encuentra muy por encima de él mismo. Este sentido de lo "divino" se manifiesta de diferentes maneras (visiones extáticas, sueños, meditación, revelación súbita) y se cristaliza de muchas formas: religión institucionalizada, creación artística, nacionalismos, movimientos sociales, etc.

Los llamados mitos superiores justamente tienen que ver con esto que va más allá de uno mismo y que comprende los reinos de lo material y de lo inmaterial. Normalmente, lo que se intenta hacer con estos mitos es llenar un sentimiento de vacío existencial que, al parecer, es arquetípico; en el fondo, todos nosotros sentimos que hemos perdido algo y que debemos recuperarlo, como evidencian centenares de mitos que comparten el motivo de la "caída de la gracia". Los mitos precisamente los creamos para llenar el hueco y encontrar un sentido que, según los existencialistas, no es inherente al mundo, porque debemos construirlo. Pero si el universo no tiene un sentido inherente, ¿por qué nos molestamos en buscarlo, en primer lugar? Quizás, dado que esta búsqueda parte de la revelación, este sentido esencial o inherente no sea inexistente, sino que meramente se encuentre oculto. Al menos es lo que me gusta pensar.

En cualquier caso, el problema con los mitos surge de una incomprensión de su propia esencia. Los mitos son imágenes, ideas puramente dinámicas; ciertamente poseen un núcleo arquetípico, pero son por completo relativos a la situación concreta en que se hacen presentes. Por lo tanto, el peligro está en su literalización. Igualmente, siempre se deben tomar en un sentido global. Por ejemplo, si se literaliza demasiado el sentido espiritual de un mito, se estaría descuidando el lado material (como sucede, por ejemplo, en la India, donde la forma de pensar tan espiritual ha tenido consecuencias muy severas en la sobrevivencia física de sus habitantes); y si, por el contrario, se descuida la parte espiritual, lo que se obtiene es una ideología disfuncional, como el ejemplo más evidente: el materialismo histórico.

La literalización del mito surge de la corrupción anímica, de la deformidad psicológica. Las mayoría de las ocasiones ocurre a causa de una identificación de las persona con la imagen mítica, cosa que, en psicología junguiana, se le conoce como "posesión arquetípica". Cuando esto sucede, el complejo neurótico tuerce el mito a su conveniencia, convirtiendo a una perspectiva particular en dogma, como una forma de defensa ante miedos profundos que surgen a causa de deformaciones afectivas en la vida temprana de las personas. Cuando estas neurosis se encuentran generalizadas en una comunidad, entonces surgen los desastres sociales, incluidas las dictaduras, las guerras, la lucha de clases, y todo lo demás.


En fin, ya me cansé de escribir y, la verdad, no sé cuál era mi punto en todo este discurso. Imagino que sólo quise aclarar mis ideas más básicas acerca del mito y la religión, aunque ciertamente podría seguir y seguir sin saber muy bien dónde toparía. Así que mejor le pongo al título de esta entrada un "parte 1", porque bien podría hablar de esto otra vez. O quizás no, todo depende de mi humor.

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