martes, 23 de diciembre de 2008

Stephen King's The Stand

Recuerdo que, cuando era un niño pubescente de gustos simples, disfruté de la miniserie de The Stand. Así es que hace cosa de un año la compré a 70 pesos en un puesto de películas usadas, sólo por pura nostalgia. Chistosamente, la dejé guardando polvo durante todo este tiempo y, ahora que me decidí a verla, me dieron ganas de someterme a un transplante experimental de ojos. La verdad, no esperaba gran cosa de esta película, pero al menos esperaba algo. Stephen King nunca ha sido un escritor particularmente brillante, pero algunas de las películas basadas en sus libros me han llegado a entretener. IT, Rose Red y Cat's Eye son filmes que, aunque mediocres, cumplen con su función, sacándote una risa o dos y engañando al aburrimiento por un rato. Por supuesto que Creepshow, Carrie y The Shining (la de Kubrick), se cuecen aparte debido al sentido que le dieron sus respectivos directores; pero el caso es que, por lo general, Stephen King tiene cosas que, de alguna u otra manera, pueden resultar entretenidas y a veces hasta interesantes (sobre todo por su psicología*).

No es así con The Stand. Esto es mierda extratóxica.

Basada en el libro de más de mil páginas, The Stand es el equivalente a un baño en las heces diarreicas de cien ñus, coronado con un barril de mayonesa cosecha de 1998, los gusanos de la tumba de Fidel Velázquez y el fango ése que utilizan en los rituales del Niño Fidencio.

OK, quizás exagero, pero el punto es que ésta es una muy mala película. Déjenme explicarles.

The Stand es una miniserie en tres partes de hora y media cada una que narran el combate final entre el bien y el mal en un escenario postapocalíptico, donde una supergripa creada artificialmente en un laboratorio gringo se sale de control e infecta a la población mundial, matando al 99.9% de los seres humanos en unas cuantas semanas.

Sí, nunca habíamos escuchado algo así antes, ¿verdad?

Como sea, algunos cientos de personas sobreviven por causas aparentemente no biológicas. Todas ellas fueron elegidas por dios y por el diablo para repoblar el planeta. Pero no hay espacio para dos facciones de como 200 personas cada una en un mundo de miles de millones de kilómetros cuadrados de extensión. Tal vez sea porque todos los sobrevivientes son norteamericanos.

Nah, eso debe ser sólo coincidencia.

Hay varios personajes "importantes" aquí. Los principales son el tipo ése de CSI que parece doble de Michael Keaton, otro es un rockstar irritante, una chava que es toda ingenua y que no cumple con otro papel más que el de compañera sexual del clon de Keaton (pero que por algún motivo está presente en toda la película), un profesor universitario (el único personaje que me agradó), un sordomudo ateo, un retrasado mental, el que la hizo del Comandante Harbinger en Hot Shots! Part Deux, una vieja loca con una escopeta, otra vieja loca que es una especie de amante ambivalente del diablo, un geek enamorado de la chava ingenua aquélla (pero lleno de ira y venganza) y un demente piromaniaco conocido como Trashcan Man (el único nombre que recuerdo).

Pero los dos personajes líderes, los representantes de la santidad y la diablura, son los más chistosos de todos. Sólo vean a esta ruca:



No; en caso de que lo pensaran, ella no es el demonio. En realidad, es la "madre Abigail", una anciana decrépita de más de cien años que vive en una granja de maíz y que se la pasa hablando con Dios. O algo parecido. Ella posee la capacidad de contactar a todos los sobrevivientes "buenos" a través de sus sueños y, como Moisés, tiene la misión sagrada de conducirlos a la tierra prometida de Boulder, Colorado. ¿Por qué Boulder? Pues porque... porque... porque... ¿es un lugar bonito? Como sea, este personaje es bastante extraño y llega a tener su propio viaje al desierto, dejando a sus fieles seguidores solos nada más para resolver sus dudas personales.

Si no será una vieja perra egoísta. Regresa toda jodida y a punto de morir solamente para advertir que los malos pusieron una bomba en la casa donde se reúnen los "consejeros" del nuevo pueblo elegido. Un poco tarde; el sordomudo ateo se convierte en pollo Kentucky. Y, hablando del sordomudo ateo, hay una escena en particular que se me hizo muy antipática. El sordomudo le dice a la ruca mamona que él no cree en dios, y la vieja sólo le contesta con una risa condescendiente. Sí, bueno, después de todo lo que ha pasado -con la inmunidad inexcplicable al virus, los sueños y todo- es raro que no creyera en dios, pero ése no es motivo para burlarse de él. Eso es bastante típico del fanático religioso; no intenta comprender la posición de quien no comparte sus perspectivas, y sólo lo hace menos y se ríe de él en una triste demostración de inseguridad propia. Qué remedio, como quiera es obvio Abigail tenía sus dudas.

Pero eso no es nada. Randall Flagg -el mismísimo Lucifer y, según la explicación de Stephen King, es Hitler, Jim Jones, David Koresh, Stalin, Calígula, Torquemada, Bono, Prince y Robert Loggia juntos- es el líder de los malosos. Así es como aparece por primera vez en la serie:



No está del todo mal, con todo y efectos cheesy, especialmente cuando se ve como una sombra entre un campo de maíz y con un montón de ratas a sus pies. Sí podría ser un diablo en quien pueda creer. Pero, por desgracia, más adelante nos muestran su otro rostro:



¿Qué diablos es eso? ¿El príncipe de las tinieblas es un gringo redneck con el rostro semideforme, melena ochentera y que usa jeans, chaqueta de mezclilla y botas vaqueras? ¿Por qué retratan al demonio como un fanático de Mötley Crue? En cualquier caso, era 1994, y ya el hair rock estaba bien pasado de moda. Habría tenido más sentido mostrarlo con corpsepaint blackmetalero o como maricón rebeldoso tipo Marylin Manson. Hasta Alanis Morrisette habría sido una diabla más convincente que este tipo. Pero qué sé yo.

El detalle con este sujeto es que es un demonio muy idiota. Toda su inmemorial existencia y su experiencia boicoteando, pervirtiendo y torciendo obras buenas y divinas no parecen serle suficientes para escoger a un grupo decente de seguidores. Uno supondría que habría elegido a genios maquiavélicos, espías fríos y psicopáticos, asesinos profesionales y -¿por qué no?- a Bill Gates o a Carlos Slim, pero, en vez de ello, prefirió a un montón de monos analfabetas que sólo se preocupan por beber, coger e incendiar cosas. Hasta escogió mal a su novia, quien se terminó suicidando con un anticristo bebé en su vientre. Randall Flagg sencillamente es demasiado infantil y torpe para ser Satanás. ¿De verdad esperaban que un personaje así pudiera ser tomado en serio?



Tomando en cuenta esa última transformación de su apariencia, evidentemente no.

Bueno, para resumir lo que queda de historia: antes de morir, Abigail "profetiza" que cuatro miembros del consejo de goody goodies debe ir a Las Vegas (la capital del infierno, del vicio, del desenfreno, etc. donde viven los malos) y entregarse suicidamente a ellos en una especie de acto de fe. Los cuatro elegidos son el wey de CSI, el profesor, el rockstar baboso y un tipo gordo. En el trayecto, el de CSI se rompe la pierna en la escena de accidente peor actuada del mundo y deben dejarlo a su suerte, solito con el perro mascota del profesor (sí, obviamente el perro tiene que sobrevivir). Los otros tres se entregan a los seguidores del diablo en la escena más gay de toda la película:



Si un tipo joven con una guitarra tomado de la mano de dos hombres maduros se me acercara, yo también me sentiría tentado a dispararles. Pero no es lo que sucede. Flagg asesina al profesor porque le dijo que era un niño patético y los otros dos son llevados a la calle para una ejecución pública. Antes de eso, los mártires lanzan un grito de ayuda y un llamado a la sensatez que mueve algo dentro de uno o dos sujetos que se atreven a defenderlos. El diablo los mata. Pero luego sucede un milagro: Trashcan Man, un pirómano que se había salido de control, llega a la ciudad con una bomba atómica. Como fanático del fuego, lo único que quiere ver es la explosión más grande que pueda haber. Flagg le pide al comandante Harbinger que le dispare, pero repentinamente una mano dorada sale del cuerpo de los muertos y envuelve a la bomba, volando a todos los malos a venga a nos tu reino. El clon de Keaton es rescatado por el retrasado mental y ambos regresan junto con el perro a Boulder, y todos viven felices para siempre.

La lección última de toda la historia: a dios le gusta sacrificar gente buena nomás porque sí y matar a personas malas con bombas nucleares.

Por cierto que por ahí aparece Stephen King haciendo el papel de un pueblerino bonachón que habla, se mueve y se ve como un idiota. Es difícil determinar si en realidad estaba actuando o no.

Como sea, para los estándares de las miniseries de Stephen King (IT, The Dead Zone, Rose Red, The Langoliers) -que nunca son demasiado altos, pero al menos uno sabe que puede perder el tiempo más o menos a gusto con estas cosas- The Stand sobresale por su podredumbre exagerada. Si tuviera que escoger entre volver a ver esta serie o tragarme un lucero del alba... probablemente volvería a ver la serie, pero el punto es que sigue siendo una asquerosidad. Evítenla a cualquier costo.

P.D. ¿Cuándo podremos ver una película en donde el perro y el retrasado mental se mueran? Honestamente, el que siempre tengan que sobrevivir es uno de los clichés más irritantes en la historia del cine.

*Es en serio. A veces las películas más estéticamente chafas son las más interesantes desde la perspectiva psicológica.

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