miércoles, 17 de septiembre de 2008

Más sexo

En Más allá, a la derecha -novela de Fred Vargas- ocurre una conversación en la que Louis Kehlweiler le dice a su amigo Marc Vandoosler que, al ver a una mujer, uno siempre debe plantearse si se acostaría o no con ella. Por supuesto, Marc se burla mucho de eso y, cada vez que Louis le pregunta qué opina de tal o cual persona, él siempre contesta en esos términos, incluyendo a varios hombres sospechosos ("no me acostaría con él") y a la exnovia de Kehlweiler ("sí, definitivamente me acostaría con ella").

Claro que, con eso, Kehlweiler proyectaba su parte más obsesiva, a la que le gustaba ver a las mujeres como simples objetos de placer; pero, más allá de eso, ¿qué tan cierta es la afirmación del alemán? Quiero decir, el psicoanálisis freudiano le da la razón; de acuerdo a éste, toda relación humana se funda en instintos sexuales, "eros", de placer. Según Freud, precisamente eso es lo que nos preguntamos todos (consciente o inconscientemente) al interactuar con otra persona, especialmente si es del sexo opuesto, pero hasta cierto punto también si es del mismo sexo. No obstante, por otro lado, Freud también fue muy ambivalente en su definición de la libido y del principio del placer o instinto erótico: empezó definiéndolos en términos de impulsos sexuales, pero en algún momento le pesó más su lado poético y sensible, y llegó a definir a Eros de una manera que se acerca más al amor en un sentido platónico.

¿Entonces en qué quedamos? No estoy 100% seguro, pero yo, como junguiano, soy de la opinión de que la libido es energía psíquica transformable, y no meramente sexual. Sin embargo, es indudable que el sexo juega un papel importantísimo en la mente humana, a veces incluso pivotal. Así que, básicamente, ocurre una tensión entre formas de energía distintas, dinámicas y mutables; es decir, existe el sexo en su papel animal, reproductivo, y existe también en un aspecto más bien simbólico, que apunta hacia el desarrollo total de la personalidad humana.

No dudo que todos nos hagamos la pregunta de Kehlweiler. Puede ser consciente o inconscientemente, de manera sana, perversa, reprimida o compulsiva, pero la cuestión siempre va a estar presente: ¿te acostarías con él/ella? Por supuesto, siempre entran en juego otro tipo de intencionalidades y emociones. El que una persona imagine tener sexo con otra, no significa que el acto vaya a darse (o siquiera intentarse), o que no se pueda establecer una relación entre ambos basada en el respetuo mutuo, o en una amistad profunda. Y es que el sexo, como fantasía, podría ser algo esencialmente simbólico.

Me recuerda un poco a lo que Milán Kundera dijo en La insoportable levedad del ser: solamente mediante el acto sexual uno puede conocer la parte más oculta de la otra persona. Y la verdad es que, cuando fantaseamos con alguien, la cosa suele ir más allá de la mera necesidad instintiva. Sin duda, hay mucho de aquello, pero también está la parte proyectada, las figuras o imágenes internas que ponemos en la otra persona.

(De hecho, un buen ejercicio consiste en tomar a una persona desconocida que nos atraiga sexualmente, y reflexionar sobre las cosas que proyectamos en ella. ¿Cómo será él/ella en su intimidad? ¿Cómo será su actitud, su personalidad? ¿Qué gustos tendrá? Finalmente, ¿qué me dice todo esto acerca de mí mismo y de mi situación del momento? Igualmente productivo sería hacer el mismo ejercicio con personas poco atractivas.)

En cualquier caso, siempre hay que saber distinguir las figuras de lo inconsciente. Su significado es múltiple y sólo raras veces se lo puede tomar en un sentido literal. Por citar un ejemplo común: un hombre sueña que su jefe de trabajo se lo tira por detrás. Esto no necesariamente significa que exista una atracción homosexual; más bien, el hombre se siente sometido y sumamente presionado por su jefe en el trabajo, y siente un placer masoquista que le impide liberarse de la situación. No obstante, los llamados "sueños mojados" también pueden tener una dimensión literal, aludiendo a una situación de obstaculización sexual que debe ser superada. Como sea, el sueño siempre dirá algo más acerca de las circunstancias internas particulares del soñante.

Así que, freudianos o no, hay que admitirlo: el sexo es esencial, en cualquier sentido en que se lo tome.

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